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09 enero 2011

Laos 3 - Vang Vieng y Vientiane

9 am coger minivan. 6 horas y pico de trayecto bacheado con dos paradas y el paisaje por la ventana que poco a poco cambiaba

hasta llegar a un pueblo entre las montañas. Vang Vieng.

En las guías lo ponían como un sitio que generaba tanto amor como desagrado y nos quedó claro pronto la razón. Por supuesto, a sus afueras campos de arroz.

Y en el pueblo algunos templos, este en reconstrucción.

Sino no sería Laos. Pero este pueblo, como tal, es el paraíso para algunos mochileros. Estos que van buscando aventura pero también fiesta. Docenas de restaurantes donde tumbarse viendo capítulos y capítulos de Friends, de continuo, con cervezas baratas y acceso a otras substancias "dopantes" con facilidad. Mucha fiesta, mucha gente en bañador por las calles quitando mucho del encanto del resto del país. Se haría raro estar entre la naturaleza y el relax y en la mitad de la nada, junto a un río tranquilo, de repente empezar a oir música tecno, dance a todo trapo. Una especie de Ibiza o Spring Break americano.

Con docenas de gente dando botes bajo el sol. Tirándose por tirolinas y toboganes al agua. Y obviamente mucha cerveza.

Al plan completo le llaman tubing y consiste en ir unos cuantos kilómetros río arriba, cogerse una cámara de rueda de camión o similar tamaño y dejarse llevar por el río lata de cerveza en mano.

Cada vez que se quiere "repostar", bailar, saltar con los distintos cacharros, solo hay que remar un poco hacia una de las orillas donde cada medio kilómetro hay bares desde donde lanzan cuerdas para que "amarres". Hasta acabar en el pueblo donde se puede seguir con la marcha hasta altas horas de la noche. Vamos, que algunos ven el pueblo tal que así, supongo.

Como no ibamos con ese plan intentamos elegir hotel lejos de la zona de fiesta, pero no tuvimos en cuenta el factor gobierno comunista... 6am en todos los edificios públicos la radio nacional a todo volumen por los altavoces. Querer matar a alguien... Una vez que dormir no era una opción carrera matutina para ir viendo el pueblo. Niños jugando en el río.

Globos aerostático desde primera hora surcando los cielos como parte de las distintas opciones de turismo "de aventura".

Niño intentando montar su propio globo.

Otros jugando en el agua junto a uno de los muchos puentes que pasan el río.

Volver al hotel ducha, desayunar y ya sí que fuimos a nuestra actividad. Habíamos contratado un tour que incluía visitas a unas cuantas cuevas en los alrededores y bajar el río haciendo tubing, una vez que Agatha decía que lo de la canoa, como que no. Así que juntarnos en la tienda donde lo habíamos organizado todo. Camioneta hasta el principio del paseo. Conocer al que sería nuestro guía y a andar siguiendo sus pasos.

Las dos primeras cuevas que visitamos tenían poca chicha, pequeñas, más que nada con algo de historia, budas y demás. Pero las dos últimas mejoraron. Frontal en la cabeza y para dentro. Fotos con flash, con lo que se ve más de lo que veíamos.

Grande, grande. Según nos comentó el guía él había ido 5 kilómetros hacia dentro hasta llegar a un río. Nosotros no llegamos a tanto, pero sí lo suficiente como para ver bastantes galerías.

Pasar por estrechos pasadizos, encontrar estalactitas y estalagmitas con los que hacer "música".

Chula. Un poco resbaladiza, lo que nos hizo volver sobre nuestros pasos y salir a la superficie.

De allí a comer y a un pequeño río. Colgados del arbol baterías conectadas a frontales y un montón de neumáticos.

Al fondo en el agua una entrada a una cueva y la gracia, sentarse en el neumático, ponerse la batería y el frontal encima (inicialmente yo con reticencias, que aita siempre nos enseño que electricidad y agua a la vez malo) y a "navegar" cueva adentro arrastrándose con una cuerda. Tal que así.

En total dentro de la cueva 20 minutos supongo, sin mucha cosa, pero el método de transporte lo hacía interesante. Agatha encantada de la vida, aunque al principio dijera de todo al poner el culo en el agua (prácticamente todo el resto del cuerpo está fuera), porque obviamente (viniendo de una cueva) estaba algo más que fresquita, pero sin problemas al de un par de minutos.

De allí un paseito de una hora viendo huertas, pequeñas casas y puentes hasta llegar al punto donde cogeríamos el neumático y nos tiraríamos río abajo.

Está bien, relajado, pero tal vez demasiado largo, sin ir en plan de fiesta. Así que "nadar" sobre el neumático arrastrando a Agatha mientras el guía nos seguía en piragua y en hora y cuarto hechos los 3 kilómetros y de vuelta en Vang Vieng, para buscar un mejor hotel, ducha, cena, dormir. Y de vuelta arriba para un nuevo día de excursión por la zona. Esta vez la idea era hiking + cascadas + cueva. Juntarnos en la tienda de nuevo, camioneta y a andar.

Al de poco primera "diversión". Un puente hecho por los locales para traspasar el río. Bambú, hierros y poco más. Al principio parecía que no, pero a la mitad del recorrido aquello se veía del todo inestable, entre otras, porque los "asideros" quedaban a altura rodilla, lo más alto.

Pero pasado. Bueno, Agatha se dio un paseo para bordearlo todo, porque no se veía por la labor. Seguir. Pasar por encima de vallas varias para controlar al ganado.

Vacas, cabras, búfalos, de todo un poco pastando en las tierras que poco a poco se secaban (la época de lluvias pasada hace unos meses).

Subir la montaña, un poco de "escalada" sencilla, solo poner algo de manos, pero no complicado. Aunque cansado para el resto y llegar a la pequeña cumbre desde donde ver el valle debajo.

Muy bonito. Todo signo de civilización dejado detrás. Un pueblo abandonado, según nos contó el guía, porque el camino hasta el hospital cercano era demasiado complicado y los lugareños decidieron irse a vivir más cerca de la carretera. Dejando el ganado allí que iban a cuidar de vez en cuando y tierras que mantenían. Así, se podía ver algo de humo de una fogata hecha por una niña que estaba limpiando rastrojos, supongo que para plantar algo en esa zona con la llegada de las lluvias en primavera.

Seguir subiendo, un poco de equilibrios saltando de piedra en piedra.

Hasta llegar a la cascada prometida. Nuestros compañeros de caminata ya poniéndose cómodos.

Y no sería yo sino me fuera a dar un bañito allí. Quitarme pantalón camiseta de manga larga y varios (los mosquitos por aquellas tierras traen más que picaduras: malaria, dengue...), subir las piedras llenas de musgo con paciencia y al agua patos.

Fresca, limpia limpia, una maravilla. Fui el único que lo intentó. En el panfleto que nos dieron el día anterior decía que se podía saltar desde distintas alturas. Aunque en las fotos no se vea a la izquierda, tapada por la roca en primer plano, hay una poza bastante profunda que lo permite. Pero tras charla con el guía, ver que aquello estaba muy resbaladizo y pensarlo un rato.

Decidí dejar los saltos para Hong Kong. Para entonces él ya nos había preparado la comida. Arroz y plátanos que se había traído en la mochila y unas brochetas de verduras y pollo que se curró en un "pispas" sobre unas minibrasas de carbón.

Comer, descansar y de vuelta al "Valle Encantado". Esta foto me gustaría para ilustrar el libro de Julio Verne, Viaje al centro de la tierra, o cualquier película donde vuelven a la época de los dinosaurios.

Con sus inmensos árboles prehistóricos.

Pero no, solo vacas y similares nos esperaban en los verdes prados.

El río, arboles, regreso.

Pero esta vez no subiríamos la montaña. Tocaba bajar. A una cueva que la atraviesa. Al fondo abajo se intuye la entrada.

Ya dentro, con todo el ISO de la cámara dándole a la foto una luz que no había.

Esta vez sin linternas. Velas. A la antigua usanza. Risas. Momento en el que se apagaron todas y en la completa oscuridad menos por el mechero del guía. Volver a encenderlas y seguir caminando.

Hasta que el murmullo del agua nos dejó claro que teníamos que mojarnos. Un río interno que pasar, altura cintura. Así que meter todo bien en las bolsas impermeables, mochila sobre la cabeza y a pasarlo. Las chanclas que alguno no controlaba, el agua fría, quejas y descojonos. Hasta salir por la otra punta. Secarnos como podíamos, volvernos a poner los zapatos de hiking y a seguir de paseo, pasando algún riachuelo.

Campos de arroz, granjas, huertas.

Última noche en el pueblo. Siguiente día coger de nuevo un minivan para ir a la capital: Vientián. Ciudad pequeña, de nuevo, mucho más pequeña de lo esperado. Llegar al mediodía, elegir hotel y coger tuctuc que nos llevaría al comienzo de nuestro paseo. Una especie de Arco del Triunfo parisino en versión Lao.

Allí una docena de fotógrafos "oficiales" intentando convencer a los visitantes, mayoría locales o tailandeses, de retratar el momento. Me hizo mucha gracia que llevaran encima su batería y la impresora. Aquí dos descansando.

Y otro en plena toma. Totalmente preparado. Sacar la foto, o varias fotos para que el cliente elija la que más le guste y en pocos segundos su recuerdo perfectamente impreso en papel fotográfico.

Visto el techo de la estructura empezamos a ver esos detalles Lao auténticos.

Y subir hasta lo más alto para ver las vistas. Hacia el norte un pequeño parque y la ciudad de casas bajas tan distinta a Hong Kong.

Y al oeste la casa del Gobierno.

El paseo hacia el sur nos llevó a pasar cerca de estupas.

Y más templos.

Algunos eran similares a anteriores vistos. Pero aquí los colores de algunos cambiaban, más cercanos a los tradicionales en Tailandia.

Blancos, verdes.

Pero con los monjes de naranja como parte obligatoria del paisaje.

Un anochecer, en teoría bonito, pero bastante malogrado, por culpa de la poca agua del Mekong, más las obras que están haciendo en el paseo.

Cenar y ver la fuente principal junto a la cual preparaban ya la gran fiesta de nochevieja.

Decoración que recordaba que estábamos en Navidad.

El último día poco había que ver. Así que volvimos al "Morning Market" el mercado mañanero. Allí una parte llena de puestos vendiendo oro.

Pero también toda clase de artesanía, ropa, souvenirs, bisutería...

Comer y coger nueva furgoneta que nos llevaría al bus con el que pasar la frontera hasta Udon Thani. Donde coger avión regreso a Hong Kong con parada intermedia en Bangkok.

Conclusiones, para los que me han preguntado que qué tal, si lo recomendaba, etc: Laos me ha parecido un país tranquilo y un viaje muy relajado. No me ha parecido tan espectacular como Angkor u otros destinos, y a nivel turístico "sacafotos visita-rápida" lo principal se puede ver super rápido, con aviones y prisa, lo que hicimos se podría ver en 5 días prácticamente sin problemas.
Me pareció, en el estilo que lo hicimos nosotros, un viaje que podría ser bonito para parejita, con cosas para ver pero también tiempo de sobra para ellos (en nuestro caso, como "no-pareja", sirvió para dormir muuuucho). Muy barato, incluyendo todo todo (avión, resto de transportes, alojamiento y comida de 12 días, actividades, etc) nos costó menos de 7.000HKD
También un país todavía no masificado que entiendo puede ser el paraíso de los mochileros que pueden visitarlo con calma.

En mi caso, como no, lo que mejor recuerdo me deja es la parte de naturaleza. Vang Vieng, que estuvimos a punto de mandar a la mierda al de pocas horas de llegar, me pareció espectacular. No el pueblo en sí, pero sus alrededores. Encantado estaría una semana allí explorando nuevas cascadas, cuevas y montañas, en un entorno que podría ser de hace siglos.

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