Brisbane y Byron Bay

Brisbane. Capital del estado de Queensland, dos horas y pico de avión hacia el sur. Tercera ciudad de Australia. Y como todo lo que he visto por el país, un lugar tranquilo y espacioso donde vivir. Muy poca "historia" en comparación con la vieja Europa o Asia, que suplen con todo tipo de construcciones. Por ejemplo, lo que se ve nada más llegar a la estación central de trenes.

Avenidas espaciosas. Calles limpias. Rascacielos. Iglesias y catedrales de distintas confesiones.

La que más me sorprendió la Catedral de St Stephen. Las imagenes góticas y un poco tenebrosas son parte de la religión cristiana. Pero aquí creo que se llevaban la palma. El cristo.

Es de los más llamativos que he visto nunca. Cristo, ángel, incluso zombie (disculpas a los creyentes), todo junto. Merece la pena ver las fotos en grande...

María. Mezcla también. Camino a samurai. Y yo encantado sacando fotos entre las sombras...

Vuelta a la calle y paseo por la ciudad. Una ciudad a pocos kilómetros del mar dividido por una ría (me suena de algo :P )

Y la playa es parte del ser australiano. Así que no podía faltar. Al igual que en Cairns, al no tener un arenal natural, montado artificialmente, en la mitad de un gran parque.

Muy logrado. Incluso con un montón de animales en la zona.

Unos pocos edificios clásicos

en una ciudad moderna.

Después tocaba elegir. Ir a las islas y zonas cercanas o coger bus a tierras más al sur, más alejadas de la gran barrera y con más posibilidad de olas. Ganaron las olas y los comentarios de la gente con la que había coincidido anteriormente que habían visitado la zona. Así que 3 horas de autobús y a Byron Bay.

Llegué con bastante mal tiempo.

Aunque no tan malo para sacar fotos.

Sigo jugando con la cámara.

Y el día siguiente salió el sol y lo mejor del "pequeño" pueblo costero. Kilómetros y kilómetros de playa.

Olas. Aquel día perfectas para alguien como yo, que llevaba sin coger una tabla demasiado tiempo. Un metro justito. Un tablón de 7 pies muy largos, camino a los 8. Y unas cuantas horas jugando en el agua de temperatura perfecta (incluso para mí, que empiezo a ser un friolero considerable, tras 5 años viviendo en zonas subtropicales).

Pero había más cosas aparte de playa. Restaurantes y actividades todas las que se quisieran. Incluido un festival de música (the Bluefest) que tenía congregados a miles de fans y encantados con la fiesta. O seguir caminando y encontrar esas zonas que me recordaban Gaztelugatxe y la costa cantábrica.

Surfer y pájaros en una cala apartada.

El faro en lo más alto del pueblo.

A sus pies el punto más al este de todo Australia.

Y más y más surferos, aprovechando hasta el último rayo de sol antes de dejar las aguas.

Como postre final, y una vez que había gastado bastante menos de lo esperado, tenía pensado saltar en paracaidas desde 14.000 pies el último día, actividad superpreparada y segura en esas tierras. Pero justo el mal tiempo volvió a última hora, para que esto quede en las cosas pendientes a hacer. Una excusa como otra cualquiera para volver algún día a la tierra de los canguros y los koalas.