Iurgi de excursion

20 julio 2017

Reflexiones sobre economía y futuro II

Aprovechando que tengo tiempo de vacaciones, sigo hablando de cambios en economía.

Una vez visto que el transporte como lo conocemos hoy tiene los días contados, ¿ocurrirá lo mismo con otros sectores? En muy similar forma, las "manufacturas" van a estar cada vez menos relacionadas con las manos. La robótica está avanzando a marchas forzadas y los procesos de producción están evolucionando hacia modelos donde la intervención humana es cada vez menor. De las cadenas de montaje de Ford queda ya poco, con fábricas de automoción donde los robots son capaces de ensamblar una cantidad cada vez mayor de componentes. De cientos de personas necesarias para montar un coche, a unos pocos ingenieros controlando cada vez menores incidencias. Así que cuando Trump dice que las fábricas volverán en su mandato a EEUU, seguramente está en lo cierto. Pero no por sus políticas. Sino porque cada vez el porcentaje que supone el coste laboral será menor y las empresas, que se fueron en busca de trabajadores más baratos, vuelven una vez que las máquinas pueden hacer gran parte del trabajo. Así que las fabricas volverían, pero no esos puestos de trabajo, que realmente es lo que sus votantes esperan.

Pero eso no es realmente disruptivo. Los telares aumentaron la producción por cada persona. La máquina de vapor ídem. Y con el tiempo cambiaron la forma de ver las necesidades y la vida. De una concepción principalmente autosucificiente (cada familia hacía mucho de lo que necesitaba) a una sociedad de consumo basada en reducción de costes, gracias a la producción en masa. ¿Qué pasa si las impresoras 3D evolucionan lo suficiente como para que cada persona (o familia/barrio/…) pueda fabricarse sus propias necesidades? Me desvío. Volveré a este punto más tarde.

Con la robótica se ve claro que los puestos de trabajo que sean altamente repetitivos, peligrosos o desagradables irán desapareciendo. Ha venido siendo así desde hace décadas. Hace no mucho tiempo la inmensa mayoría de la población vivía de la agricultura. Con la revolución industrial muchos pasaron a las fábricas. Posteriormente los servicios fueron tomando cada vez más importancia en la economía. Y en cada paso cada vez menos gente trabajaba en sectores primarios. En inglés tienen el concepto de trabajadores de cuello azul (por lo monos de trabajo) y de cuello blanco (servicios, contables, abogados, etc.). ¿Estaría diciendo por tanto que los trabajadores de cuello azul son los únicos que van a ir desapareciendo? La verdad es que no. Y aquí es donde se complica bastante más la cosa.

Hasta ahora se había pensado que con cada evolución tecnológica reseñable algunos oficios desaparecían y otros nuevos surgían, normalmente de mayor valor añadido. El proceso no era sencillo. La gente que había estado trabajando toda su vida en algo perdía su forma de sustento y podían “levantarse en armas” (véase los astilleros de Bilbao como ejemplo). Pero con el tiempo desaparecían y nuevos empleos, antes inimaginables, aparecían. Por utilizar ejemplos típicos, los aguadores, las antiguas teleoperadoras que físicamente conectaban líneas telefónicas, los serenos en la parte que ya no existen y todos los trabajos asociados a internet que hay ahora.

La evolución tecnológica, sin embargo, no está llegando solo al mundo más físico mencionado ya anteriormente. Muchos trabajos, considerados de mayor valor añadido, realmente no lo son tanto y tienden a ser bastante repetitivos. Y ahí es donde entra el Machine learning (aprendizaje de las máquinas) y la inteligencia artificial. A medida que aumenta la información almacenada en bases de datos (en 2017 se generará más información que lo que el ser humano ha producido en los 5.000 años previos) y se pueden crear cada vez mejores algoritmos de análisis, los ordenadores empiezan a sacar sus “propias conclusiones”, desde patrones de compra, necesidades de stock, racionalización de inventarios. Un ejemplo sencillo de ver. Existe ya online y como servicio gratuito un algoritmo que gestiona la reclamación de multas de tráfico. Ya no necesitas un abogado para esto en Nueva York o Londres. Entras a la web, le das los datos de lo ocurrido con el mayor detalle posible, el bot busca las posibilidades de recurrir, jurisprudencia, utiliza los canales telemáticos de la administración para mandar las reclamaciones y va actualizándola en función de las respuestas. Decenas de miles de multas recurridas y millones de euros a no pagar por conductores que han usado el servicio.

Ya tenemos bots que empiezan a ser capaces de entender preguntas en lenguaje natural y responder como si fueran un humano. U otros que puedes programar para que hagan cosas relativamente aburridas o repetitivas que antes te llevaban tiempo o tenías que subcontratar (todo lo que tenga que ver con organizar un viaje, por ejemplo). Algoritmos que son capaces de componer música. Reconocer caras. Escribir código informático. Hacer investigación científica… Poco a poco iremos viendo cada vez un mayor número de sectores afectados por la “automatización”. Incluso a nivel gerencial. Empieza a haber empresas invirtiendo sumas muy significativas para que esos algoritmos inicialmente ayuden a tomar mejores decisiones a la hora de gestionar las empresas. En un futuro no muy lejano funciones completas podrían ser gestionadas eficientemente de forma autónoma. Para el que lo quiera ver (subtítulos en castellano disponibles pinchando en CC y seleccionando Español en configuración) un vídeo, de 2014, sobre todo esto.

Para que nadie piense que disparo para todos los lados menos para el “mío”. Tengo, también, las mismas dudas sobre el modelo de negocio bancario. Los servicios financieros entendidos de una forma muy general son necesarios hoy, ¿pero lo son los bancos? Bancos entendidos como las grandes entidades del presente (pasado). Todas las noticias hablando de restructuraciones y nuevos actores en el sector parece que van en la misma dirección: not really. Como ya explicaba en su día los bancos se podrían definir como gestores de confianza. Una parte (depositantes) les confiaba sus ahorros. Los bancos, a su vez, analizaban que prestatarios eran dignos de confianza y les daban préstamos. Pero a día de hoy, ¿no existen mejore formas de gestionar la confianza?

Veamos un ejemplo sencillo antes de complicar las cosas. Los clientes domicilian su nómina o ponen dinero en sus cuentas esperando una serie de servicios, incluido la gestión de pagos. Inicialmente se utilizaban cheques, luego tarjetas de crédito o débito. Pero cada vez hay más gente que empieza a hacer pagos online o con su teléfono en las tiendas. En el primer caso, lo pueden hacer con su tarjeta de crédito (del banco), pero lo pueden hacer también a través de PayPal u otros prestadores de servicios de pagos. La mayoría de personas que conozco que utiliza su teléfono para pagar en establecimientos lo hace con el iPhone o Wechat. Estamos metiendo, por tanto, nuevos actores en el mundo de los pagos, coto cerrado de los bancos hasta hace bien poco. Los usuarios deciden que por su usabilidad, simplicidad u otros motivos, confían en ellos.

Y ¿qué pasa con los préstamos? Tras la crisis, el crédito a las pequeñas empresas cayó severamente. Los bancos, con cada vez mayores requerimientos por parte de los reguladores, tuvieron que congelar toda actividad que tuviera riesgo significativo. Siendo la pymes las primeras en sufrirlo. Muchas desparecieron, otras consiguieron cambiar el modelo de negocio, pasando a ser menos dependientes de la financiación externa. Otro número menor, pero que está aumentando significativamente ahora, han ido a nuevos proveedores de crédito. Entidades mucho más pequeñas, ágiles y con menores costes fijos, que permiten poner a depositantes y prestamistas en casi directo contacto. Los modelos están todavía en una fase inicial. Ya ha habido algún primer caso sonado (en este mundo) de caída de empresa del sector. Pero las fintech, que así es como se llaman las empresas financieras que han surgido de las nuevas tecnologías, están aquí para quedarse. Tanto que ya hay quienes acuñan el término techfin como contraposición al anterior.

Había dicho que esto se puede complicar aún mucho más. ¿Preparados? El dinero es confianza. Explicado en su día. Por darle un servicio a alguien, me dan un billete de un cierto color y con ello tengo la confianza de que podré comprar X número de tomates. El papel en sí no tiene apenas valor, pero se lo damos porque hay unas instituciones por detrás que lo avalan: bancos centrales, gobiernos, etc. Es una solución que se dio hace años a un problema que se puede atacar de forma muy distinta ahora. Y así lo intentaron hacer con las monedas criptográficas: Bitcoins y otras de las que seguramente todo el mundo ha oído hablar, pero realmente no entiende lo que es. Intentando simplificarlo mucho: se genera un sistema distribuido y seguro (por encriptación asimétrica) para seguir el valor que tiene una cartera en cada momento. La siguiente derivada de esto fue que los expertos se dieron cuenta que el blockchain, la base creada, podía ser incluso más importante que los bitcoins en sí. Vídeo en versión corta y en castellano.

En cuanto consigues un sistema con el cual poder verificar que la información contenida no ha sido modificada, se abre un mundo de posibilidades. Hasta ahora necesitábamos una contabilidad por empresa, pero ¿por qué no tener ahora un solo libro mayor para todas las empresas? ¿O contratos inteligentes que se ejecutan según ordenes prefijadas por antelación y verificable que han sido aprobadas por las dos partes? Pero ¿se tiene que quedar aquí? Vídeo mucho más largo (en inglés y con subtítulos de nuevo) con muchas otras posibilidades.

Un mundo nuevo donde la confianza se podría medir y crear nuevas relaciones económicas y sociales. Por poner un ejemplo tirando alto, ¿necesitaríamos bancos centrales con el poder de devaluar el valor de tu moneda o jugar con sus tipos de interés en función de las necesidades políticas asociadas con cada gobierno? Volveré a esto en otro capítulo.

Y aquí es donde estamos. Muchas labores que se consideraban imprescindibles hasta ahora dejarán de serlo poco a poco: contables en funciones básicas, analistas de mercados que se dedicaban a recopilar datos de cuentas anuales y otros, financieros haciendo miles de números, gerentes tomando decisiones muchas veces más políticas que estratégicas. Muchos trabajando en banca, ni tan siquiera son conscientes de lo que se avecina. Pero va a cambiarnos mucho la cosa. No sé cuando, de nuevo, pero llegará seguro.

Continuará.

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