Iurgi de excursion

29 noviembre 2014

Nueva Zelanda - Conduciendo por la isla

Tras Queenstown nos tocaba días de conducción. Aquí con nuestro recién cogido coche-casa.

Era tan pequeño que me da cosa llamarlo caravana, que vendría a ser la traducción de "campervan". Pero hay que admitir que en un espacio tan reducido entraba todo lo indispensable. Teníamos una cama doble, hornillo de gas, todos los utensilios de cocina necesarios, neverita, tele con el lector de DVDs... En el vídeo se ve como se monta todo.

El plan era tirar de Queenstown hacia el norte por la costa oeste y por el camino ir decidiendo que hacer.

No recuerdo donde hicimos primera noche, pero no muy lejos de Queenstown. Básicamente la idea era ver en el mapa de papel, que venía en el propio coche, y la aplicación con el GPS que tenía descargada en el teléfono los puntos de interés cercanos, hacernos una idea de la distancia a recorrer y ver si tenía zona de camping. Está todo muy fácil montado. No se puede aparcar el coche donde quieras y dormir, pero hay cada poco zonas públicas y campings privados donde alquilar una parcela por noche. Acabamos prácticamente siempre en la segunda opción, entre que llegábamos un poco tarde y las zonas públicas estaban un poco lejos, así como por las facilidades de los campings como tal. Con tu ducha de agua caliente (en bastantes casos a monedas), las cocinas comunales donde prepararse la cena de forma más sencilla, etc.

El segundo día empezó parando en lagos varios.

Miao haciendo un intento por conducir.

Pero no estaba nada a gusto con eso de ir en el carril contrario. Así que básicamente solo tuvimos un conductor... Pero sin mucho problema. Cada poco ir parando para disfrutar del paisaje.

Los lagos Dustan, Wanaka...

Y llegar a Blue Pools walk en el paso de Haast.

El "azul" del nombre no nos pareció tampoco cosa de otro mundo, pero bonito paseo poco más alla y cascadas frente a las que comer nuestra comida comprada en el supermercado del pueblo anterior.

Más cataratas en la zona.

Y descubrir uno de los bichos más desagradables de Nueva Zelanda. Había leído sobre ellos, incluso algo más tarde en una de las playas de la costa, donde parece que todo el mundo se dedica a escribir en las piedras que la adornan, encontraríamos una dedicatoria a ellos.

"Bloody sandflies" = Malditos (también sangrientos) tábanos. Por aquel entonces no sabía lo que eran. No conocía la traducción. Es más, aquellos bichos tienen poco que ver con los tábanos que conocía yo de Bizkaia.

Los que conocía ya son grandes y su picadura es dolorosa en el instante, difíciles de matar aunque le metas un buen golpe con la mano. Los sandflies, que creo deberían llamarse más bien blackflies, moscas negras en castellano, son pequeñas y al igual que con los mosquitos al principio no notas tanto la picadura. La gran diferencia es que esta sigue picando durante una eternidad. Atraigo poco a los mosquitos y su picadura apenas me afecta, mi cuerpo lo limpia con facilidad. Estas picaduras sin embargo molestaban durante días. En el caso de Miao semanas... ¡Bicho malo! Así que aprendimos a ir lo más rápido posible, a veces corriendo, en las zonas donde los veíamos. Repelentes, "afterbite"s y varios que llevábamos encima tenían un efecto tirando a nulo.

Acabar el día llegando a Lake Matheson. Con Mount Cook y su reflejo al anochecer.

No tuvimos una puesta espectacular, que las suele haber (fotos que lo atestiguan), pero aún así curioso ver como el blanco de la nieve en los picos se va transformando en rosa con los últimos rayos de luz.

Pasar la noche allí mismo y el día siguiente tocaba visitar un glaciar: Fox Glacier. El día anterior había confirmado vía internet que podríamos apuntarnos a una expedición de medio día. Aquí el que sería el guía de nuestro grupo. Biólogo pasando una temporada en la zona, encantado de hablar de todo lo que suponía estar en un lugar tan especial. Glaciar casi a la altura del mar.

Empezar la caminata viendo en la lejanía la lengua de hielo que baja por la ladera de las montañas (pinchar en grande para hacerse a la idea comparando con las personitas).

A punto de llegar al comienzo de lo bueno.

Ponerse los crampones. Profesionales. Alguna vez me había puesto algunos super básicos en China, pero para lo que teníamos que andar, tenían que ser un poquito mejores. El guía demostrándonos lo fiables que eran.

Empezar el recorrido.

Con escalones esculpidos en el hielo por los empleados de la empresa con la que contratamos la expedición.

Y al de muy poco ya se notaba el frío.

Agujeros que surgen y desaparecen día a día. El guía nos contaba que si alguien se caía en alguno de ellos las posibilidades de rescate eran cercanas a nulas. El glaciar tiene vida y se va moviendo y transformando de manera continua.

Aquí nos hizo una escaleritas

para ir a echar un vistazo.

Seguir subiendo.

Hasta una zona que otro de los guías había encontrado recientemente y acotado correspondientemente, con sus escalones para bajar, cuerda de pasa manos.

Y abajo un pasillo de paredes de hielo por el que pasar.

Un mar de hielo en lento movimiento.

Ya tocaba bajar.

Coger de nuevo el coche, otro lago más a ver y otra estupenda postal a realizar.

A medida que hacíamos kilómetros el paisaje cambiaba. Un valle lleno de sedimentos.

El siguiente día otro paseo,

con cueva que explorar.

Pero no teníamos material suficiente y el agua estaba bastante fría, así que nos volvimos por fuera. Aquí Miao cagándose en todo ya solo con el agua fría fría a la altura tobillo.

Como para hacer la travesía con el agua a altura cintura/pecho, como decía el cartel.

Yo admito que me quedé un poco con ganas :P Sobre todo viendo a un grupo de adolescentes intentándolo.

Tras este punto no teníamos muy claro que hacer. La idea era seguir hacia el norte por la misma costa oeste, pero como nos estaba haciendo bastante mal tiempo decidimos cambiar el recorrido. Yo quería llevar a Miao a Arthur Pass, pero seguía diluviando allí. Así que seguimos hacia la costa este. Por el camino ver paisajes que recordaba del Tranzalpine. Tal vez el recorrido en tren tiene mejores vistas y definitivamente es una interesante experiencia. La ventaja del coche: pararse cuando uno quiere. Literalmente en cualquier cuneta, con carreteras muy poco transitadas. La mayoría del tráfico en ellas turistas con sus campervans.

Y disfrutar de las vistas. Entre otras con millones de ovejas pastando relajadamente. ¿Quien dijo que que el mundo es estresante? Relax...

Un buen pedazo de carne, pure de patatas, unas verduras (cena de la niña) y a dormir.

El siguiente día ya en Kaikoura, localidad conocida por lo sencillo que es avistar ballenas y otros cetáceos. Prácticamente con el amanecer ir al centro de avistamiento.

Desde un principio nos dijeron que el mar estaba bastante movido y que desaconsejaban que mujeres embarazadas o gente con problemas cardíacos o varios siguieran con el recorrido. Montarse en el barco en el que parte del personal te va explicando mientras te adentras en el mar lo que se espera ver, porque hay tanta vida en la zona, sus técnicas de avistamiento... La idea es relativamente sencilla: ir a las zonas donde se han visto por última vez ballenas y utilizar una especie de sonar para intentar captar sus sonidos y acercarse a donde podrían salir. Aquí el experto con el aparato en el agua.

El porcentaje de avistamiento es muy alto, noventa y tantos por ciento, si mal no recuerdo. Tanto como para que te devuelvan buena parte del dinero si no ves nada... Que fue nuestro caso :( Tres horas dando botes,

millas y millas de mar recorridas, un mareo que lo flipas, de lo peor que he pasado en mi vida. Por detrás muchas vomitonas serias, yo a punto... Y nada. De vuelta a puerto.

Al menos aprovecharíamos el día. Paseo por toda la zona. Empezar en el mismo centro urbano de casas unifamiliares cerca de la costa. Parques con esculturas y obras varias. Aquí la reina en su "pequeño" trono.

Y al torcer la esquina... Un lugareño echando la siesta.

Tal cual. En el asfalto :D Toda la costa está llena de ellas y no tienen ningún problema en meterse en "zona humana". Se recomienda eso sí, no acercarse demasiado, porque tienen unos dientes considerables. Seguir paseando por la costa.

A la que le encontraba alguna similitud con la de Bizkaia (recorrido cerca de Sopelana).

Mar a la izquierda pastos y vacas a la derecha.

Y el otoño que seguía acercándose, cambiando el color verde hacia el amarillo.

Teníamos todavía un par de días más en el país y nos había sobrado bastante dinero del presupuesto inicial, así que intentamos apuntarnos a ¡saltar en paracaidas! Acercarnos a una de las mejores zonas en donde se puede hacer. Por lo que leía, cuando saltas desde la avioneta eres capaz de ver las dos costas y toda la zona alpina que ya conocía de antes. Pero el primer día demasiado cerrado y lluvioso. Así que nos fuimos de nueva caminata.

Aún siendo el segundo viaje a NZ me seguía encantando el azul de los ríos y lagos de la zona.

Paseo agradable y vuelta al coche en la mitad de la naturaleza. Sacar el hornillo, preparar la comida. Ver uno de los DVDs una vez que se puso a diluviar. Charla y de nuevo a uno de los campings a pasar la última noche. Allí sería la única vez donde la armaría un poco con la conducción. Tras despertarnos, coger el coche para acercarnos al aeródromo para volver a intentarlo, y cuando llevo como unos cien metros conducidos, una señora en bici haciéndome gestos... ¡Dios que voy en el sentido contrario! :P Lo bueno, es que no había ningún coche por la zona, así que sin problemas. Eso sí, de paracaidismo cero patatero... Aunque no lloviera, seguía habiendo bastantes nubes y tras hablar con la gente de la compañía confirmar que no era lo suficientemente seguro. Con lo que decidimos tirar de vuelta para Christchurch. Devolver el coche. Darnos un paseo por la ciudad y seleccionar uno de sus mejores restaurantes para cerrar el viaje.

Tiffanys, que por lo que veo está ya cerrado. Toda una experiencia eso de ir a un restaurante de alto copete vestidos practicamente de mochileros :P La comida rica.

Aunque si mal no recuerdo yo tuve que "recenar" luego. No suficiente cantidad, un clásico en este tipo de restaurantes. Con la calma irnos al aeropuerto. Nuestro vuelo salía de madrugada, así que habíamos decidido pasar la (media)noche allí. Se nos olvidó que justo cambiaban la hora aquel día y por tanto pasaríamos una más tirados. Literalmente.

Escondida y lo más protegida posible del frío reinante Miao que consiguió dormir algo. Yo lo dí por imposible. Pero ni tan mal, tuvimos sorpresa al hacer el check in con upgrade a business. Agradable final.

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