Iurgi de excursion

29 agosto 2016

Tasmania - La costa

Dejar Cradle Mountain camino a Sheffield donde pararíamos a comer. Verde, verde aquí. Bonito paisaje lleno de colinas, árboles, pastos, caballos, ganado...

El pueblo como tal, de nuevo un poco de western, aunque con un poco mejor pinta que Queenstown. Bonitos murales.

Comida un poco regular. Tartaletas (pie) estilo inglés, que no son de lo mejor. En el centro de visitas nos comentaron que Launceston (la segunda ciudad de Tasmania, que teníamos pensada visitar) no tenía mucho que ver y nos recomendaban ir en su lugar a Beauty Point. Por el camino Joan buscando alojamiento y allí llegamos. Pueblo a pie de estuario. Inmensa playa a muy poca distancia de allí.

Aunque con sol y bastante menos frío que en las montañas, no precisamente un día de playa, pero agradable paseo y cena por las cercanías.

Levantarme a las siete, correr un poco por la playa junto al "camping" viendo los pájaros.

Ejercicios varios mientras ellos daban un paseo, desayunar y coger coche para ver unos "bichos" que nos habían sido esquivos hasta entonces (complicado verlos en la naturaleza).

Ornitorrincos. Patas que parecen similares a las de pato, pero con uñas.

Y pico como el mismo.

Curioso. Y aparte también ver equidnas.

Similar a los erizos que habíamos visto días atrás. Aunque realmente son "parientes" de los ornitorrincos, únicos mamíferos que ponen huevos.

Seguir de camino y parar en un bar de carretera.

Estos puntos son lo único que tienen los lugareños para socializar. Y parece tienen un serio problema con la bebida...

Eso sí, queso y varios bastante buenos también. Joan y Elisabeth disfrutando a tope.

Flores que me recordaban Nueva Zelanda.

Y llegar a destino.

Arena blanca, fina a nivel polvo, y agua trasparente. Vida que se mueve con las olas.

Una pena que siguiera haciendo mucho viento y no apeteciera bañarse.

Bay of Fires, la Bahía de los Fuegos. El nombre viene del color rojo de las rocas en toda la costa.

De vuelta al coche.

A Bicheno. Población costera donde pasar un par de noches. La primera mañana Joan iba a bucear. El frío, más pensar que en cosa de diez días estaría buceando en el trópico, me hizo decidir quedarme en tierra e ir con Elisabeth a un hike cercano.

Sencillo, llegando a río con agua transparente.

Junto al que bajar de nuevo.

Juntarnos para comer y dar un paseo por la costa. Empezando por las monas casetas de nuestro hotel (nosotros nos quedábamos en unas más modestas sin vistas al mar).

Más rocas rojas.

Agradable paseo.

Explicando donde había estado buceando.

Junto con delfines y un montón de langostas. La luz es muy buena en todo Tasmania, dando vida a todo lo que te rodea. Incluidas las flores.

De todos los colores.

Pasar por una tienda a comprar algún souvenir, incluidas postales estándar, y un regalo.

Porque aquella noche celebrábamos un cumpleaños. Un restaurante mediterráneo-turco (Three spices) gestionado por una pareja muy alegre. Buen contraste con la media del servicio hasta entonces, tirando a un poco borde, en general.

Hasta nos ayudaron con la ¡Sorpresa! :D

Y con el anochecer de vuelta a nuestra cabaña.

El siguiente día a Wineglass Bay = la Bahía de la copa de vino, por la forma que tiene.

Empezar subiendo a Mount Atmos. Buena idea esperar a un día que el pronóstico del tiempo era bueno bueno, porque la ascensión y, sobre todo, el descenso con algo de lluvia tienen que ser un peligro.

Empinado.

Bonitas vistas.

Y momento selfie.

De vuelta.

Subir de nuevo esta vez por el camino más habitual.

Y a la playa.

De allí cruzar y seguir el circuito por la costa opuesta.

Algo menos atractiva.

De vuelta.

Con curiosos, especie de, cactus, que parecen más bien muñegotes con peluca.

Aunque bastante tiempo el cielo estuvo nublado y con protector solar desde el principio, acabé algo rojo. Pega muchísimo. Todos los días poniéndonos protector 50+ y muchos con gorra y/o gafas de sol.

El plan después era ir a Hobart, pero parecía que los hoteles estaban llenos para el sábado. Así que decidimos ir a Porth Arthur. Nuestro pedazo apartamento en las cercanías.

Mi habitación.

Saliendo

de camino a la playa a escasos cien metros.

Ir a cenar, con los "mini-canguros" cogiendo los restos.

Tasmania fue poblada inicialmente con el propósito de ser un centro penitenciario a donde mandar a los criminales británicos. Genocidio incluido de todos los aborígenes presentes a su llegada. No hace ni doscientos años... La penitenciaria de Porth Arthur fue un centro de reclusión durante décadas y ahora es punto turístico.

Entrando al recinto.

Ferry que sale a la bahía, pasando junto a la isla en la que se montó el primer reformatorio británico para niños y jóvenes y la isla cementerio.

De vuelta a la zona principal.

Distintos edificios medio restaurados.

Rejas.

Y el cielo y la libertad muy lejos.

Los barracones,

las casas de los oficiales.

Sacando fotos de todo ello mientras J&E se centraban en el museo.

Momento asiático. Me ha pasado una cuantas veces. Un par de chicas que se me acercan para pedirme si les saco una foto y cuando estoy devolviéndole la cámara (GoPro por cierto) me pide si puedo sacarme una foto con ella también, yo "ni soy australiano... creo que no soy parte de lo turístico" :P Sacarnos la foto. Chica malaya bastante mona. Bonito contraste, de nuevo, con las locales que habíamos visto. Con alguna contada excepción, tienen un serio problema de sobrepeso en la isla. Tamaños que no había visto desde que dejé Estados Unidos, llegando a la obesidad mórbida. Hablar un poquito con ella y la amiga japonesa, pero cuando me pillan de sorpresa mi vena vasca "tímida" sale :P así que seguir el recorrido por mi cuenta.

Impresionante la muestra fotográfica en donde se contaba la historia de los ancestros de muchos residentes actuales en Tasmania. Mostrando a estos junto a lo que habían robado sus "bisabuelos". Sentencias de muchos años o vida completa en el último confín del mundo por haber robado un caballo, o en este caso seis pares de zapatos.

Una celda.

Y las normas a seguir.

Los prisioneros están avisados de no cometer ninguna de las siguientes ofensas, por las que serán castidagos: comunicarse o trata de comunicarse con el resto de reclusos, sea con palabras o signos; leer en alto; cantar, bailar o hacer cualquier otro ruido, menos los completamente necesarios en el trabajo que se les haya asignado; no levantarse cuando suene la campana; no mantener limpio...

Iglesias y agradables parques por donde pasear.

Juntarnos los tres y comer algo en el primer restaurante que vimos. La mayoría solo sirven comidas de doce a dos, así que mejor darse prisa si no se quiere acabar comiendo de nuevo sándwiches o tartaletas en algún café. De aquí ya solo nos quedaba volver a Hobart. Pensábamos que sería poca cosa pero nos gustó mucho.

Edificaciones bajas.

Tiendas estilo inglés tradicionales.

Casitas muy monas.

Tiendas de chucherías.

Todo me resultaba muy tradicional británico.

Menos esta peluquería, que asocio más con el estilo EEUU, tal vez incorrectamente.

Todo lo anterior alrededor del centro histórico.

Por lo que habíamos leído, oído y vivido, la gente de la isla tiene bastantes problemas existenciales. Y así se refleja en mucha publicidad que nos encontramos por la calle.

La religión en versión moderna.

Volviendo a la arquitectura, señales de otros tiempos.

También en pequeñas vidrieras en bar cerca del mar.

Volver a la zona de Salamanca Market y última cena en Rockwall Bar & Grill. En general la comida y los vinos, según J&E, no eran demasiado buenos, pero al menos Peppers en Cradle Mountain, el de Porth Arthur (no recuerdo) y este son como para recomendar.

Aprovechando el espacio entre edificios.

Primer templo masónico que veo claramente identificado como tal.

Y un montón de jardines.

Flores

y más flores

en un verano atípico. Durante un tiempo pensamos que era lo normal allí, pero no, confirmado por el periódico que no debía ser tan frío, con nieve incluso en algunas zonas aún en pleno verano.

Más arte extraña en la calle.

En las tiendas principales horarios extendidos, comparado con otras zonas de Tasmania, pero que en Hong Kong serían impensables: prácticamente todos los días a las 17:30 cerradas.

Encontrarnos con una fiesta pre-navidad.

Último vistazo a la ciudad.

Ir a hotel junto al aeropuerto. Despertarnos con el amanecer. Dejar el coche

y comenzar el regreso a Hong Kong.

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